Antes de nada...



Ni el Jardín de Balamb, ni Moltres ni muchos de los personajes, situaciones, lugares, objetos y conversaciones y que aparecen en este blog me pertenecen y en ningún momento doy ninguno de ellos por propio.
Por lo tanto, no plagio nada. Yo solo soy dueño de este blog.

4 de agosto de 2010

X: Confidencial

Llegué a Balamb mucho antes de lo previsto. Era un pueblecillo de casas blancas que parecían de piedra y con calles de losas azules. Crucé a paso rápido la zona residencial para ir al centro de la ciudad y supe que había llegado a la plaza cuando empecé a ver grupos grandes de gente. Reconocí la zona porque era lo primero que había visto de Balamb cuando bajé del tren antes de ir a mi nuevo Jardín por primera vez.
Me ajusté la bandana y miré mi reloj. Solo eran las 19:45, pero ya estaba oscureciendo y no hacía precisamente calor. Me senté en un banco yo solo, me descolgué del hombro la funda de Blackrose, que ya empezaba a pesar, y saqué la carta del bolsillo. La leí por quinta o sexta vez desde que me llegó.

"A la atención de KEIICHI SNAKE.

Se requiere su presencia el próximo viernes en la plaza de la ciudad de BALAMB a las 2000. Uno de nuestros soldados se pondrá en contacto con usted.
Lleve su arma reglamentaria consigo. Esta carta le servirá como autorización para portarla.

Atentamente,
ROY CAMPBELL
Coronel"

La carta y el sobre tenían el sello oficial del ejército de mi viejo. Ya me habían llegado cartas así otras veces, eran el aviso de que alguien del ejército quería hablar conmigo, lo que no sabía era si iba a venir mi viejo o alguna otra persona. Estaba acostumbrado porque, con su trabajo de militar, no podían darme información directamente ni aunque fuera su hijo, por si alguien la interceptaba.
Lo que no me cuadraba era por qué tenía que llevar también a Blackrose. Me imaginé que no tardarían en decírmelo. Por lo menos no me había parado nadie de camino para preguntarme qué hacía en mitad de la ciudad con una espada a cuestas, aunque más de uno me había mirado raro por la calle.

Me puse a mirar a la estación de tren por si veía llegar a mi viejo. Cada pocos minutos salían grupos de chavales y algún que otro trabajador con traje y maletín. Unos se iban a casa a descansar y otros parecía que venían de juerga. Al verlos, me acordé de mis compañeros de mi antiguo Jardín y me puse un poco triste. Tampoco es que fuéramos inseparables, pero había hecho colegas y me sentía un poco solo sin ellos.
Había pasado cinco años entrenando en el Jardín de Arcadia y no se parecía nada al de Balamb. Las clases eran más o menos las mismas, pero era un rollo mucho más serio. La parte de combate empezaba desde los primeros años y no nos dejaban salir los findes porque sí; solo en verano y en Navidad. Será por ese ambiente estricto que no había llegado a congeniar del todo con nadie.

–Ojalá no me pase lo mismo con Leta y con Div –me dije– Pero solo nos queda este año para graduarnos. Igual no les vuelvo a ver después.

Bajé la cabeza, un poco triste al pensar en lo que estaba por venir.

–Mira, ¿qué coño? La semana que viene les digo de salir, nos venimos a Balamb de visita los tres. 
–¿Y esa visita es tan importante como para apartarme a mí? dijo una voz detrás de mí.

Me di la vuelta. Tenía delante a un tío de metro ochenta que aparentaba poco más de treinta años. Tenía la piel de un tono gris y el pelo largo, tirando a azul, que le caía sobre la cara y casi le tapaba un ojo. Llevaba puestos unos pantalones blancos, un peto de armadura gris, brazaletes metálicos a juego y una capa azul.
Se llamaba Saturos, era un compañero de trabajo de mi viejo al que conocí hace muchos años. Hizo el saludo militar, yo me levanté y se lo devolví al momento.

Keiichi Snake –me saludó. Cuánto has crecido.
–Muchos años sin vernos. Esperaba que por lo menos fuera a venir mi viejo.
–No... Me temo que no.
–Bueno, pues tú dirás lo que me tienes que contar.
¿Qué te parece si vamos a hablar a otra parte? La plaza del pueblo no es precisamente el sitio más apropiado para tratar temas confidenciales.
–Pues vamos donde sea.

Me colgué de nuevo a Blackrose al hombro y empezamos a andar entre la gente.

–Cuéntame, ¿cómo te va? –me preguntó.
–Tirando, que no es poco.
–Ya veo que al final te han trasladado.
Mis viejos, que no podían hacerse cargo. Así que interno en este Jardín a tomar por culo de casa.
Piensa que es para convertirte en Seed.
Hay días que no sé si de verdad merece la pena.
–No seas tan derrotista. Seguro que estás conociendo gente interesante.
–Eso sí.
–Además, no puedes quedarte con lo malo. Piensa en tu padre. Él nunca se rindió hasta lograr su objetivo, y tú tampoco debes hacerlo. Debes centrarte en la meta, es lo único que importa.
–Ya que le mencionas, ¿cómo os fue en la última misión?

Le cambió la cara.

¿Qué te parece si entramos en algún sitio...? ¿Qué tal allí?

Señaló el primer local que vio, que resultó ser un bar con un gran letrero que decía: "La Gaviota Feliz".

Vaya tela con el nombrecico –me reí.
Entra y no te quejes.

Era un local pequeño, pero bien iluminado, con una mesa de billar y lleno de gente y de voces, se notaba que era viernes por la tarde.

–¿En la plaza del pueblo no podemos hablar, pero en un bar lleno sí? –le solté a Saturos.
–Escucha el jaleo. ¿Acaso oyes algo? ¿Crees que a alguien de aquí le importa lo más mínimo nuestra conversación?

Miré a la gente del bar. Todo el mundo iba a su rollo: unos jugaban al billar, otros a los dardos y casi todos se reían a lo bestia. Y no, era imposible entender ni una palabra de lo que decían con tanta gente hablando a la vez.

–Supongo que no –reconocí.

Nos sentamos en la barra y el camarero se acercó a atendernos.

Buenas noches. ¿Qué va a ser?
Dos cervezas dijo Saturos. ¿No, Kei?
–La duda ofende –contesté.

El camarero bajó dos vasos limpios de una estantería y se acercó al grifo de cerveza. No me pidió que le enseñara el carnet para demostrar que era mayor de edad, supongo que es una de las ventajas de ser tan alto.
La puerta del bar volvió a abrirse y entró un hombre altísimo y muy ancho de hombros. Iba vestido todo de rojo y llevaba una capucha que no dejaba verle la cara, así que igual ni siquiera era un hombre. Un par de borrachos del bar le gritaron algo, pero el de rojo pasó de ellos. Miró en todas direcciones, como si buscara algo, y al final se sentó al otro lado de la barra, justo enfrente de mí.

–Mira al lila ese –le comenté a Saturos.
–¿Qué?
–El que acaba de entrar.
–¿Ese hombre? Va de rojo, no de lila...
–No, coño, el color no. Significa que parece tonto.
–Parece un individuo peculiar, desde luego, pero no lo digas muy alto. No hemos venido a buscar problemas.

El camarero llegó con nuestras cervezas y le di un buen trago a la mía. Llevaba tantos meses sin probar una que entraba sola.

–Y dime, ¿qué tal los exámenes?
Los apruebo, que no es poco.
Tómatelo más en serio. Convertirte en Seed es lo mínimo que le debes a tu padre, después de todo lo que él ha hecho por ti.

Gruñí.

–¿Cómo os fue la última mis...? –me pegó un codazo y me cortó, se cayeron unas gotas de la jarra y me maché el pantalón–. Eh, ¿qué coño haces?
–Baja la voz –susurró–. Es... información confidencial.
–Vale... –susurré–. ¿Pero qué tal fue?
–No todo lo bien que debería, por desgracia –se sacó un cigarro del bolsillo, chasqueó los dedos y se encendió solo.
–¿Y... mi viejo?

Saturos no dijo nada y le dio una larga calada a su cigarro.

No me jodas que ha muerto.
¡Arceus bendito, no! No es tan grave.
–¿Cómo que no tan grave?
Ha sido... secuestrado. Lo capturaron unos rebeldes.
¡¿Que qué?!
–Bajamos la guardia y entonces ocurrió. Era gente muy peligrosa, es un milagro que nos hayan perdonado la vida.

Me entró la mayor angustia que había sentido en mi vida. Dejé la cerveza en la barra, porque pensaba que no sería capaz de sujetarla mucho tiempo. Notaba un frío enorme en el pecho, como si se me hubiera parado el corazón, como si ya no me llegara la sangre. Era como el fin del mundo. ¿Mi viejo, secuestrado? 

–¿Quiénes son? ¿Dónde ha sido? Dímelo, que voy y les reviento.
–Cálmate y baja la voz. Sabes que no podría decírtelo aunque quisiera. Además, ¿qué ibas a hacer tú solo contra ellos?
–¿Cuánto hace de esto? ¿Lo sabe mi madre?
–Hace menos de una semana. Y sí, Meryl está al corriente. Antes de que lo preguntes, está a salvo. Tenemos un destacamento protegiendo el perímetro de vuestra casa. Si ella no te dicho nada aún es porque no tenía permitido divulgar información.
–¿Ahora decirme que han secuestrado a mi propio padre es divulgar información?
–Yo solo cumplo órdenes. Si dependiera de mí, te habría alertado mucho antes.
–¿Qué está haciendo el cuartel general? ¿Habéis pensado ya una misión de rescate o algo?
–Estamos barajando distintas opciones, pero la situación es peligrosa. No podemos dar un paso en falso, tu padre es nuestro mejor soldado.
–Si es el mejor, más razón para rescatarlo.
Kei, estamos haciendo todo lo posible. En estas circunstancias, no tenemos otra elección.

Suspiré de frustración y di un puñetazo contra la barra. La jarra de cerveza tembló.

–No te vengas abajo tan rápido –siguió–. Sé que la situación no promete, pero existe un modo de salvarle.
–¿Y cuál es? ¿O eso tampoco me lo puedes contar?
–No me hables como si yo tuviera la culpa, Kei. Traigo otro mensaje.
–¿Mas malas noticias?
–Esta vez no. Queremos pedir tu colaboración para las negociaciones.
¿La mía? ¿Para qué, qué pinto yo en todo esto?
–Puede que tú tengas un objeto en lo que los secuestradores están interesados.
Pues como no me digas tú lo que es...
Parece ser que han mencionado cierta espada imbuida de oscuridad.
¿Y?
Me gustaría echarle un vistazo a la tuya.
–¿Blackrose? ¿Para eso me la tenía que traer?
–Así es.
¿Crees que Blackrose es una espada oscura? Llevo toda la vida con ella, me habría dado cuenta.
–La oscuridad puede estar sellada en su interior. No sería la primera vez que se ve algo así en armas antiguas.
Anda, mírala dije con desgana.
Gracias.

Me descolgué la funda y se la entregué. Saturos se puso de espaldas a la barra y sacó a Blackrose. La levantó y pegó la hoja a sus ojos, casi como si la estuviera oliendo. Pasó las manos a lo largo de la hoja y examinó la empuñadura.
Me giré para darle otro trago a la cerveza, pero ya no tenía ni ganas, sabía como agua del grifo. Cuando levanté la cabeza, vi que el tío de rojo se había puesto de pie y miraba en nuestra dirección con las manos apoyadas en la barra. Le hice un gesto con la cabeza como para decirle "a lo tuyo" y parece que se dio por aludido, porque se sentó otra vez.
Volví a mirar a Saturos, que le estaba dando unos últimos toques a Blackrose con la uña antes de darse por vencido.

–De acuerdo, tenías razón. Esta espada no contiene oscuridad alguna. Lo más que detecto es una leve aura de elemento hielo.
Será de tanto Sable Mágico.
¿Sable Mágico? ¿Te has hecho amigo de un mago negro?
Sí.
–Eso es bueno. Volviendo al tema de la espada, si esta no es, ¿tienes idea de si hay algún arma con una descripción parecida en la que los secuestradores puedan estar interesados? ¿Alguna reliquia familiar? Tal vez ni siquiera sea una espada, solo algo que se parezca.
–Algo oscuro y que se parezca a una espada... No sé. Mi viejo ha sido siempre de más de misiones de espionaje, sigilo, camuflaje... Las espadas no le van tanto. Qué te voy a contar que tú no sepas.
–Intenta hacer memoria. Es importante.

Me crucé de brazos y cerré los ojos. Me imaginé mi casa, pasé mentalmente por todas las habitaciones, intenté acordarme de cualquier objeto que pudiera encajar, pero nada. Para ser la casa de dos militares, era bastante normal, sin armas colgadas en las paredes ni nada por el estilo.

Nada. No se me viene nada a la cabeza.
–Así que no...
–Igual es mejor si lo hablas con mi vieja, que lleva más tiempo con él que yo.
–Ya hemos hablado con ella. Nos autorizó a registrar vuestra casa, pero no encontramos nada que encajara con la descripción. Por eso pensamos que podría ser algo que su hijo se hubiera traído al Jardín de Balamb.
–Pues más espadas no tengo. Me traje ropa, a Blackrose y poco más.
–Entonces seguimos con las manos vacías...
–Y todo esto de secuestrar a mi padre... ¿Es na' más que por una espada? ¿No te parece sospechoso?
–Tanto como a ti. No comprendemos los motivos de los secuestradores, pero me alegra que pensemos igual.
–No tiene puto sentido.
–Es posible que para ellos sí lo tenga.

Empezó a sonar un pitido muy bajo, casi costaba oírlo. Saturos se llevó la mano a la cintura y cogió el aparato que estaba pitando, era su busca.

–El deber me llama. Tengo que irme.
¿Tan pronto?
–Las quejas al que pone los horarios, no a mí.
En fin, cuídate y eso. Y mata a esos putos secuestradores.
Olvídate de ellos. No saldrán vivos de esta. Tú céntrate en hacerte Seed pronto.
–Se hará lo que se pueda.
–Demuestra algo de convicción. Sería una pena que suspendas... Ya te imaginaba de recluta al que mandar a por mi café.
Ya, y a mí me gustaría que Sniper Wolf fuera mi profesora.
No te burles de mis superioras. Y no digo en broma lo de reclutarte. Todo el pelotón está al corriente de que el hijo del legendario Solid está a punto de graduarse.
–¿Ahora soy un tema de conversación?
–Más o menos. Lo importante es que es posible que tengas reservado un puesto en la unidad MG-3.
Una polla. ¡¿Va en serio?!
–Como lo oyes.

Se levantó de su sitio y dejó en la barra el dinero de las cervezas. Le di un último sorbo a la mía, aunque de mala gana, y salimos del bar.

–Me alegro de haberte visto. Intentaré informarte si surgen novedades.
Gracias.
Y no te preocupes por el viejo Solid. Es un tipo fuerte.

Hicimos el saludo militar y nos largamos cada uno por su lado: él hacia la estación y yo al Jardín.

Me rasqué la cabeza y me puse a pensar. ¿Mi viejo, secuestrado? Y una mierda. Era el mejor espía del mundo, y no lo decía porque fuera su hijo; es verdad que lo era. Había tenido que pasar algo muy chungo para que le pillaran y no se hubiera escapado aún. A lo mejor le habían tendido una emboscada, o se enfrentaban a tantos enemigos que no había podido con todos. Pero ni de coña había sido culpa suya.
Y ahora lo tenían secuestrado... ¿solo por una puta espada de la que ni siquiera había oído hablar? ¿A qué estaban jugando? En mi familia no había más espadas que Blackrose, que lo único que tenía de oscuro eran el nombre y la hoja. Había gato encerrado...
Luego me puse a pensar en lo último que me había dicho Saturos, en el puesto que tenía casi garantizado en el ejército. Llevaba soñando trabajar con mi viejo desde chico, y aquella era justo la motivación que necesitaba para seguir esforzándome con mi entrenamiento. Me daba un poco de miedo la presión por si no lo conseguía, para qué vamos a engañarnos, pero era una buena noticia. Ojalá me la hubieran dado antes de la mala para poder disfrutarla un poco.

Se me hizo larguísimo el camino de vuelta al Jardín. Se me pasaba cada locura por la cabeza que no sabía cómo reaccionar. Demasiadas emociones juntas.

A ver si Div me deja a Moltres, pensé medio en broma medio en serio. Con la fuerza que tenía ese bicho, capaz de cargarse la base enemiga entera él solo.

Llegué a las puertas del Jardín antes de que dieran las doce, que era el toque de queda. Pasé mi tarjeta de estudiante por el lector de fuera y la puerta se abrió.
Los pasillos estaban casi vacíos, pero lo raro es que todavía hubiera gente levantada a esas horas. El comedor había cerrado hace un buen rato, pero daba igual, porque no tenía ni hambre para cenar. Estaba más cansado por dentro que por fuera. Por fin llegué a la habitación, abrí y vi un bulto en la cama de Div, ya se había acostado. Entré sin hacer ruido para no despertarle y me acosté. Tampoco tenía ganas de hablar, así que mejor para los dos.
Me tumbé y cerré los ojos. Seguí pensando en mi casa, en mis viejos y en espadas oscuras hasta que me acabé quedando frito.