Antes de nada...



Ni el Jardín de Balamb, ni Moltres ni muchos de los personajes, situaciones, lugares, objetos y conversaciones y que aparecen en este blog me pertenecen y en ningún momento doy ninguno de ellos por propio.
Por lo tanto, no plagio nada. Yo solo soy dueño de este blog.

16 de mayo de 2010

III: Anamnesis

Recuerdo que estaba en un salón de enormes dimensiones. Había dos hileras de columnas a ambos lados. Frente a mí, una alfombra roja cubría una rampa que conducía hasta un trono apenas visible tras la figura que se erguía ante mí. Se trataba de un hombre enfundado en una imponente armadura que no permitía ver ni un centímetro de su piel, y de la que destacaba su casco que recordaba a una calavera con dos largos cuernos. Llevaba una capa violeta que ondeaba a pesar de que no había corriente.

Nos miramos durante unos segundos sin mediar palabra, como esperando a que ocurriera algo. Finalmente, levanté una ballesta y le apunté con ella. El hombre se rio, como si se burlara de mí.

–¿Qué te hace tanta gracia? –le pregunté.

El hombre comenzó a hablar, pero no decía palabras, sino que emitía un extraño pitido.

Abrí los ojos. Un pitido de lo más irritante me estaba perforando los oídos.

–Puta alarma de los cojones, os odio a ti y a ella –protesté.
–Sabes que tengo que levantarme a esta hora –replicó Belazor.
–Eres gilipollas. Las clases empiezan a las 8:30, ¿para qué necesitas levantarte a las 6? Y, encima, también me despiertas a mí.
–Es que, si la pongo más ba-bajo, no la escucho.
–No es mi problema. Juro que os destruiré a tu alarma y a ti.
–¿Por qué estás tan enfa-fa-fadado... desde por la mañana?
–Te dedicas a despertarme todos los días con tu manía estúpida, ¡¿cómo no voy a...?!
 
Respiré hondo. Había más gente durmiendo en las habitaciones contiguas y no quería fastidiarles como Belazor me fastidiaba a mí, de modo que me resigné y me giré en la cama para darle la espalda. Le escuché abrir sus cajones y entrar al baño. Poco después, empezó a correr el agua de la ducha. Tuve que reprimirme para no entrar con mi bastón y lanzarle un hechizo Electro. Ganas no me faltaban, desde luego.
Me costaba mucho dormirme y una vez me desvelaba era misión imposible volver a conciliar el sueño hasta la noche siguiente. Si al menos supiera utilizar Morfeo, un hechizo de sueño, podría evitar esos problemas y dormirme plácidamente hasta la hora que quisiera. Pero nooo, me tocaba estar en pie de guerra a las 6 día sí y día también por culpa del imbécil de mi compañero de habitación...

Tenía algo en la cabeza, pero no recordaba qué era. ¿Estaba relacionado con mi sueño? Sé que había soñado algo raro, salía un hombre de acero en un templo, pero no recordaba de los detalles.

–Tú y tu mierda de alarma –protesté para mí.

Exasperado, me levanté para no perder el tiempo en la cama. Preparé la mochila para las clases del día y me vestí. Aun así, no eran ni las 6:15. Qué mierda.
En vista de que no había mucho más que hacer en mi habitación, y con las pocas ganas que tenía de verle la cara a Belazor, cogí la llave y salí en dirección al patio.

–Has madrugado –me saludó una voz.

Pegué un salto en el sitio por la sorpresa. Se trataba del conserje.

–Disculpa si te he sobresaltado. Buenos días.
–Pues cómo serán los malos –contesté de mala gana.
–¿Ha ocurrido algo?
–El tonto de... –respiré hondo–. Ha sido culpa de Belazor.
–¿Continúa con su manía de poner la alarma excesivamente pronto?
–Sí. ¿Cómo lo sabes?
–Suelo oírla en mis patrullas diarias por el pasillo.
–Entonces ya lo sabes.
–Si estás a disgusto, tal vez pueda conseguir que dejes de sufrir a causa de su alarma.
–¿Cómo vas a...? No, déjalo. No es necesario.
–¿Has salido de tu habitación en busca de algo, o solo querías alejarte de tu compañero?
–Necesitaba... despejarme.
–Si quieres mi opinión, te aconsejo buscar una actividad extraescolar. He visto unas cuantas generaciones de estudiantes pasar por aquí y la gestión del estrés es vuestro mayor problema. Es importante saber calmar la mente, ya que el curso puede llegar a resultar agotador.
–Y que lo digas. Y eso que acaba de empezar...
–Además, tú siempre has sido un buen estudiante con gran talento para la magia. Solo necesitas tener un poco de paciencia y seguir esforzándote. Cuando el curso acabe, te convertirás en Seed y podrás dejar atrás todo esto.
–Ojalá lo consiga.
–Que no te quepa duda.
–¿A qué viene todo esto?
–¿A qué te refieres?
–A estos... ánimos y consejos que me estás dando. ¿Por qué?
–Bueno... Podríamos decir que son solo eso, consejos.
–Entiendo... Gracias.
–No tienes por qué darlas.

Noté que me sonrojaba y bajé rápidamente la vista al suelo, más sorprendido que avergonzado por mi reacción.

–Eeeh... Bueno, yo... creo que voy a... eeh... Hace un poco de frío, así que mejor me quedo en... Hasta luego.

Me di la vuelta y traté de acertar con la llave en la cerradura, pero se negaba a encajar. Después de los diez segundos más vergonzosos de mi vida, conseguí entrar y cerrar a mi espalda.
¿Por qué me había puesto tan nervioso? No era más que el conserje, un personaje irrelevante en mi vida. Respiré hondo hasta que conseguí tranquilizarme.
 
–No pasa nada –me dije–, tranquilízate.

Por suerte, a Belazor aún le quedaba un buen rato en el baño, así que me ahorré que empezara a preguntarme qué estaba haciendo y dónde me había ido. No me apetecía nada hablar con él, pero tampoco podía seguir durmiendo, así que levanté la persiana, giré mi silla hacia un rincón y me senté a leer. Cuando por fin salió del baño, ignoré todo lo que me dijo hasta que por fin desistió de intentar hablar conmigo. 

Fui a desayunar en cuanto abrió la cafetería, luego volví a mi habitación a por la mochila y me dirigí a clase. Entré en el aula unos minutos antes de que sonara el timbre. El profesor de filosofía aún no había llegado, así que me senté mientras el resto iba llegando poco a poco. Mis compañeros eran unos alumnos tan responsables que se quedaban hablando a voces en el pasillo en lugar de sentarse y prepararse para la clase, que es lo que me gustaría que hicieran. Bravo por el sistema educativo vigente. Al meter la mano en la mochila, me acordé de mi estuche olvidado. Busqué en la cajonera de la mesa y me alivió ver que seguía allí. Saqué mi carpeta y los apuntes de los días anteriores, cogí un boli y empecé a garabatear en el margen. Sonó el timbre que indicaba el comienzo de las clases, pero el profesor tardó otros cinco minutos más en dignarse en aparecer.
 
–¿Dónde nos quedamos el otro día?
 
Unos golpes en la puerta impidieron que llegara la respuesta. Se abrió y entró la jefa de estudios junto a un... Bueno, no sé si sería más apropiado decir chico u hombre. Parecía de mi edad y tenía un rostro jovial, pero era mucho más alto que yo, me sacaba al menos dos cabezas. Tenía los ojos marrones y el pelo moreno, lo llevaba corto excepto por un mechón notablemente más largo que crecía de su flequillo. Llevaba camiseta, pantalones y botas de colores oscuros, con una chaqueta de cuero rojo. "Mola", fue la impresión que me dio al verle.

–Disculpa que interrumpa un segundo –le dijo la jefa de estudios a nuestro profesor antes de dirigirse a nosotros–. Os informo de que a partir de ahora vais a tener un nuevo compañero en clase. Su nombre es Keiichi Snake y está especializado en combate con espadas y cuerpo a cuerpo.

El tal Keiichi alzó el brazo e hizo el saludo militar. Me reí, pero tosí y conseguí apagar la carcajada. Otros no se esforzaron ni en disimularla.

–Otra cosa más –añadió la jefa de estudios–. ¿Quién de vosotros es Dívdax?
–Yo –levanté la mano un poco intimidado.
–Acompáñanos un momento, ¿vale?
–Vale...

Me levanté sin saber muy bien lo que iba a decirme. Me puse algo nervioso, pensé que iban a sancionarme o a castigarme, aunque no recordaba haber hecho nada malo. ¿Tal vez Belazor se había quejado de mí? Si acaso, debería ser yo el que se quejara de él, ¿no?

La jefa de estudios sujetaba la puerta del aula, como indicándome que tenía que salir. El chico nuevo también salió, y la jefa nos imitó y cerró la puerta a nuestras espaldas.

–Mira, Dívdax, va a haber un pequeño cambio de organización durante los próximos meses. A partir de ahora, Keiichi va a ser tu compañero de habitación. ¿Te parece bien?
–¿Qué? ¿Y eso?
–Acaban de llegar dos nuevos estudiantes al Jardín: Keiichi es de sexto grado y el otro es un chico de cuarto. Ya sabes que procuramos que en las habitaciones vayáis siempre a la par, pero tu compañero y tú habéis sido un poco la excepción, os sacáis dos años. Como da la casualidad de que tú eres de sexto y tu compañero es de cuarto, hemos pensado cambiar de habitación a tu compañero y juntaros a los cuatro por curso. Además, así le puedes ayudar y guiarle un poco por el Jardín.
–Eeeh... Vale, de acuerdo –no estaba muy seguro de si sentirme aliviado por librarme de Belazor o asustado por tener un desconocido de metro noventa en mi habitación.
–Tranqui, churra, que no te voy a comer ni nada –dijo el nuevo.
–No, si no es por ti. Es que ha sido muy repentino. Pero vamos, que por mí vale...
Es más; por mí perfecto. Adiós, Belazor.
–¿Sí? Estupendo. Muchas gracias por tu colaboración, Dívdax. Ahora avisaremos a tu compañero y ya luego hacemos el traslado tranquilamente. Ya podéis entrar a clase.

Me habría gustado presentarme como es debido, pero delante de la jefa de estudios me daba vergüenza, así que entramos otra vez en el aula. El profesor, después de dar la bienvenida al nuevo, le colocó en un asiento libre justo delante de mí. Apenas hizo nada en toda la clase. Pero yo tampoco, la verdad. Tenía la cabeza en otra parte, como de costumbre.
Al terminar la hora, me acerqué a la mesa del nuevo para hablar con él. Me costaba mucho hablar con gente que no conocía, pero, ya que íbamos a ser compañeros de habitación hasta que terminara el curso, pensé que era mejor coger confianza cuanto antes. Me paré junto a su mesa y levantó la vista al verme.

–Hola –le saludé.
–Hola –repitió.
–Esto... Como nos han puesto en la misma habitación, quería presentarme en condiciones. Me llamo Dívdax, pero puedes llamarme Div. Soy mago negro.
–Yo soy Keiichi, pero llámame Kei. Manejo la espada. Encantao'.

Me tendió la mano y se la estreché. Me hizo un poco de daño con el apretón, vi que no era mentira lo de que se especializaba en el cuerpo a cuerpo.

–Bueno, y... ¿Qué horario tienes? –le pregunté.
–Supongo que el mismo que tú, ¿no?
–Sí, qué pregunta más tonta... Pues... nada, cuando acabe la última hora, si quieres te espero y te acompaño a la habitación, que no creo que te hayan dado la llave.
–Oye, que si lo de cambiarte de compañero es un problema a mí no me importa irme con el otro chaval nuevo.
–No, no. No es un problema. De hecho... –me pensé bien lo que quería decir, no quería parecerle el tipo de persona que critica a todo el mundo–. Digamos que tenía ganas de perder de vista a mi compañero de habitación.
–Juas. Has tenido suerte entonces.
–Pues sí, un poco sí –sonreí.

El resto del día transcurrió con especial lentitud. Casi toda la clase se acercó a hablar con Kei. Parecía que todos querían ser amigos del nuevo, enseñarle el Jardín y de todo.

Al terminar las clases, tardé más en recoger a propósito para esperar a que se pasaran las aglomeraciones de la escalera. Cuando vi que Kei me estaba esperando, cogí la mochila y me levanté rápidamente.

–¿Te han enseñado las instalaciones? –le pregunté.
–Qué va, de pasada solo.
–Vale. En la planta de abajo hay un mapa, pero, como tenemos las mismas clases, de momento te haré de guía.
–Aro.
–¿Eh?
–Digo que sí, que claro.

No acababa de entender la forma de hablar de Kei, pero me imaginé que ya me acostumbraría. Bajamos las escaleras y empezamos a recorrer el pasillo. Yo empecé a señalar cada zona.

–Por aquí delante se va al pórtico, que lleva a la salida del Jardín. Después tenemos la enfermería... jefatura de estudios... la cafetería... y, por último, los dormitorios. Al otro lado están la zona de entrenamiento y la biblioteca.
–¿Tenéis una zona de entrenamiento? Mola. ¿Está abierta?
–Supongo que sí... Pero primero hay que reservar hora.
–Ah, va. Otro día, entonces. De momento tengo que ir a por mis cosas.
–¿Dónde están?
–Guardadas en jefatura.
–¿Quieres que te ayude con ellas?
–No, pero dime cuál es nuestra habitación, para no liarme.
–La 215.
–Va. Pues ahora te veo.

Kei se fue a jefatura a por sus cosas y yo fui a la habitación. La puerta no estaba cerrada cuando llegué. Al abrir vi a Belazor recogiendo sus cosas, había llenado su cama de ropa.

–¿Por fin te han expulsado? –le pregunté.
–No, me cambian de habitación.
–¿Serás capaz de detectar mi sarcasmo por una sola vez en tu vida?
–Te "voyachar" de menos –balbuceó, incapaz de vocalizar bien.
–Ni que me fuera a otro país. Puedes ahorrarte las formalidades.
–No son formalidades... Es la verdad.
–Lo que tú digas.
–¿Todavía sigues... cabreado por lo de esta, esta mañana?
–En parte.
–Lo siento, sabes que, que yo me levanto a esa hora.
–Sí, ya, cuéntaselo a tu nuevo compañero. A ver si tus tonterías le hacen tanta gracia como a mí.

Dio la batalla por perdida y dirigió la vista al suelo. En esto llegó Kei, llamó a la puerta y entró con una bolsa de deportes de color gris y una funda enorme a su espalda.
 
–Permiso –dijo.
–Hola. So-soy Belazor.
–Kei. Encantao'.
–Cuida bien de Div, es un poco...
–Div sabe cuidar de sí mismo, gracias –le corté.
–Aquí tienes mi llav...
–No se la des –le volví a cortar.
–¿Por qué?
–Porque es la hora de comer. Si le das la llave ahora, cuando salgas no vas a poder cerrar la puerta.
–Ah... Tienes razón.
–Acompáñame y te enseño el comedor –le dije a Kei.
–Ahí, ahí, a lo importante.

Salimos de la habitación y dejamos solo a Belazor, que seguía recogiendo. Ni me molesté en decirle que no hacía falta que recogiera ahora, que tenía toda la tarde para hacerlo, que primero fuera a comer. Si era tan cabezota como para perderse la hora de la comida, era su problema.

–Pues sí que hay buen rollo –comentó Kei.
–Si a ti te despertara todos los días a las seis de la mañana, tampoco te llevarías bien con él.
–¿A las seis? No jodas, ¿pero las clases no empiezan a las ocho y pico?
–Sí.
–¿Entonces pa' qué tan pronto?
–Buena pregunta. Si te enteras de por qué lo hace, me lo dices.
–¡Hola, chicos! –nos saludó una voz jovial.
–Hola, preciosa –saludé a Leta.
–Bueno, que no nos hemos presentado en clase –le dijo a Kei–. Soy Leta. Encantada.

Hizo amago de estirarse para darle dos besos, y Kei se tuvo que doblar para que Leta le llegara a la cara. Si a mí me sacaba dos cabezas, a Leta le sacaba tres.

–¿Qué, qué tal tu primer día? –le preguntó Leta.
–Pos bien, hay poco que contar.
–Has llegado en un momento un poco rollo, estamos con el temario fuerte.
–Ya me he dao' cuenta.
–Al final del trimestre tenemos los exámenes finales y ya se acabó la teoría, ¿no?
–Creo que sí –tercié.

Mientras nos servían la comida y buscábamos mesa, estuvimos explicándole el funcionamiento del Jardín, de las clases, le advertimos sobre algunos profesores, lo típico. Él, por su parte, nos habló del Jardín en el que estudiaba antes, y nos explicó que sus padres habían tenido que trasladarle por su trabajo.

–¿Entonces vienes de otro Jardín? –le preguntó Leta.
–Sí, del Jardín de Arcadia.
–¡Pero si eso está lejísimos!
–Me lo vas a decir a mí. He tenido suerte de que me aceptaran en este.
–Bueno, tampoco llevamos mucho curso –comenté–. Menos de un mes.

Seguimos hablando cuando mi mirada se clavó en la de otro chico. Vestía de negro, con muñequeras y tobilleras naranjas que destacaban sobre el resto de su ropa. Tenía el pelo largo y rizado. Era el chico del día anterior. Le miré durante un buen rato, pero no pareció darse cuenta. Debía de ser el nuevo compañero de habitación de Belazor, el supuesto dragontino.
Recordé que el día anterior me había venido su cara a la cabeza con absoluta claridad, como si le conociera de antes. Pero ¿dónde le había visto?

–¿Gár... land? –pregunté.
–¿Qué?
–¿Qué dice este? –preguntó Kei.
–Eh... –me di cuenta de que seguía en mi mesa–. No, nada. Es solo que... acabo de acordarme de... Nada, es igual.

Leta y Kei reanudaron su conversación y yo volví a mirar al chico de negro y naranja, pero esta vez él también me estaba mirando. ¿Cómo describir su mirada? ¿Sorpresa? ¿Acaso me había oído?
Fingí que solo le había mirado por casualidad: dirigí la vista a varios sitios distintos y finalmente la bajé a mi plato. Recordé el sueño que había tenido por la mañana: la sala gigante con las columnas, el hombre de la armadura y su nombre... ¿Cómo le había llamado? Algo que empezaba por G... Ya se me había olvidado. Pero estaba convencido de que ese era el nombre del guerrero de mi sueño. Lo sabía por algún motivo, me lo decía el instinto. Aun así... ¿por qué me había venido a la cabeza mirando a ese chico?

Genial. En apenas unas horas, ya tenía la cabeza llena de cosas: sueños extraños, nombres que surgían en mis pensamientos, un nuevo compañero de habitación... El lado bueno era que me había librado de Belazor, gracias a Arceus.

Si estás a disgusto, tal vez pueda conseguir que dejes de sufrir a causa de su alarma–, recordé.

O tal vez no había sido gracias a Arceus. Tenía que darle las gracias al conserje la próxima vez que le viera.

1 comentario:

  1. Qué interesante, aunque yo me veía a Gabranth en vez de a Gárland xD

    No me esperaba que el dragontino fuera el nuevo compañero de habitación de Belazor D:

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