Antes de nada...



Ni el Jardín de Balamb, ni Moltres ni muchos de los personajes, situaciones, lugares, objetos y conversaciones y que aparecen en este blog me pertenecen y en ningún momento doy ninguno de ellos por propio.
Por lo tanto, no plagio nada. Yo solo soy dueño de este blog.

30 de mayo de 2010

VI: Fuego infernal




–¿Eso es lo que yo creo que es? –preguntó Leta con pánico en la voz.
–¡¿Qué es?! –preguntó Kei.

Detrás de nosotros había aparecido un pájaro anaranjado de casi dos metros de altura. Aleteaba con fuerza hasta que se posó en el suelo con sus dos patas, terminadas en garras puntiagudas. Tenía un pico afilado y dos largas alas envueltas en llamas. También tenía llamas en la cola y en la parte superior de su cabeza. Se encontraba a muy poca distancia de nosotros y nos miraba con auténtica ira. No era un pájaro cualquiera.

–¡Es un espíritu legendario! –chillé–. ¡¡¡Es Moltres!!!

Había leído sobre ellos de niño, interesado por las historias que circulaban, pero me resultaba imposible hacer caso a mis ojos. No podía ser un espíritu legendario de verdad.

–¿Y por qué está aquí? –preguntó Leta.
–Esto es un truco –dijo Kei, convencido–. Como el cambio de recorrido en la cueva y los monstruos nuevos. No es un espíritu legendario de verdad.
–¡¿Qué dices?! –grité.
–Lo habrán invocado los profes o será otra simulación, y cargárselo es parte de la prueba –dijo Kei.
–¡A mí no me suena nada de eso! –contesté.

Moltres chilló una vez más y descargó un chorro de llamas sobre nosotros.

–¡Escudo! –lanzó Leta rápidamente.
–¡Aqua! –lancé yo, y apagué parte de las llamas con una lluvia improvisada.

Antes de esperar a nuestro contraataque, Moltres nos volvió a atacar de la misma forma. Sentí un calor abrasador en los brazos a pesar del Escudo de Leta.

–¡Leta! ¿Puedes analizarlo? –le grité.
–¡Libra!

Kei avanzó desde atrás para ganarle tiempo a Leta.

–¡Rompemagia!

Su espada brilló de un tono azul pálido, pero Moltres paró el golpe con un ala. El impacto le hizo poco daño, pero un aura azulada cubrió su cuerpo como le había pasado al bom de antes. El fuego de su cuerpo pareció perder intensidad.

–¡Leta, es para hoy! –le dije.
–¡Lo estoy intentando, pero no consigo información!
–¿Qué?
–El hechizo no funciona. ¡Lo siento!
–Tampoco hace falta –dijo Kei–, está claro lo que hace: volar y echar fuego.

Como si estuviera esperando a que lo dijera, Moltres empezó a batir las alas y se alzó en el aire.

–Vale, gracioso, ¿y ahora qué? –dijo Kei.
–Tú eres el único que puede atacar a distancia, Div –dijo Leta.
–Sí, pero... No creo que vaya a poder yo solo con él.

Moltres embistió contra nosotros y echamos cuerpo a tierra. Le noté pasarnos por encima, a pocos centímetros. En ese momento se me ocurrió que la zona en la que nos encontrábamos estaba bastante elevada con respecto al exterior, así que no podíamos jugárnosla con las distancias, exactamente igual que dentro de la caverna. Era un combate muy peligroso.

–¡Chicos, no os caigáis! –les grité.
–¡No pensaba hacerlo! –replicó Kei.
–¡No, lo decía porque...! Da igual. ¡Hielo!

Lancé un bloque de hielo a Moltres, pero extendió un ala para rebotarlo y se perdió en la distancia.

–¡Eso no vale! –le gritó Leta.
–A ver cómo rebotas esto, listillo. ¡Electro!

Un rayo cayó sobre la cabeza de Moltres y pareció aturdirlo. Perdió altura y Kei aprovechó la oportunidad para atacarle de nuevo. La respuesta de Moltres fue empezar a batir las alas con intensidad, lo que provocó una ola de calor que me hizo clavar una rodilla en el suelo.

–Chicos... Estoy empezando a pensar que este combate es opcional –dijo Leta.
–¿Os vais a rendir ya? –les dije, aunque yo era el primero que estaba deseando retirarse.
–No seas capullo y vámonos –dijo Kei–. Como mínimo vamos dentro para ganar tiempo y pensar una estrategia.
–¿Qué pasó con lo de que no era de verdad?
–Lo retiro.
–¡Rápido! –nos llamó Leta–. ¡No puede seguirnos al interior de la cueva!

Moltres agitó las alas y se lanzó contra nosotros a toda velocidad, sin darnos tiempo a esquivar. Rodé por el suelo y al levantarme vi que, como si nos hubiera entendido, se había posado sobre la entrada a la cueva, nuestra única salida. Se me cayó el alma a los pies.

–¡Ahora sí que la hemos cagado! –gritó Kei.
–¡Necesitamos ayuda! –gritó Leta–. ¡¿Alguien puede oírnos?! ¡¡Seymour!!
–¡¡¡SIMOOOOOOOOR!!! –gritó Kei–. Interferir en la prueba, decía. ¡Vamos a morir por su culpa!

No quise volver a burlarme de él por lo que había dicho antes. Leta no dejaba de lanzar y renovar Coraza, Escudo, Pestañeo y Revitalia a todo el equipo. Yo hacía lo posible por contrarrestar los constantes chorros de fuego de Moltres con mi hechizo Aqua, lo que no me dejaba tiempo para atacar. Por desgracia, Kei no podía acercarse por temor a que un picotazo o un golpe de las alas lo tiraran por el precipicio. Lo único que podía hacer era coger piedras y tirárselas, pero no parecía buena idea provocar al pájaro de fuego. ¿Qué demonios estaba haciendo ese Seymour?

–¡SEYMOUR! –grité–. ¡NECESITAMOS AYUDA!
–¡Aquí viene otra vez! –gritó Kei–. ¡ROMPEMAGIA!

Su espada brilló con un resplandor azulado y cayó con fuerza sobre Moltres, que rugió y golpeó a Kei con un ala.

–¡Kei, cuidado! ¡Cura+!
–Gracias. ¡Vamos, Div, hay que enseñarle quién manda!
–¿Estás loco? ¡Va a matarnos!
–¡No si lo matamos nosotros primero! ¡Sable Mágico, venga!

Aunque tenía mis dudas al respecto, lancé Hielo sobre la espada de Kei, quien atacó de nuevo a Moltres con todas sus fuerzas sin mostrar ningún temor por sus ataques. Más que valiente resultaba un tanto temerario, pero, dada la situación, nuestra única opción era arriesgarnos.
Su espada golpeó a Moltres en un ala y, en previsión de su siguiente movimiento, lancé Aqua un segundo antes de que él lanzara lo que podría considerarse el equivalente a Piro++.
No podíamos hacer mucho más que contenerle. El Moltres auténtico era un espíritu legendario, una criatura inmortal de leyenda, por lo que esta invocación, simulación o lo que fuera que habían creado los profesores no podía quedarse muy atrás. Sin embargo, nuestro equipo empezaba a cansarse lenta pero irremediablemente. Solo podíamos resistir su ataque, pero no derrotarlo ni escapar de él.

–¡Ya está, Div! ¡Ya sé qué hay que hacer! ¡Tienes que lanzar Hielo++ a Blackrose!
–¿Qué dices? ¡Ese hechizo es demasiado fuerte para mí!
–¡Los ataques normales no le hacen nada, ya lo estás viendo! Y nosotros nos estamos cansando muy deprisa. ¡Hay que cargárselo de un solo golpe o nada! ¡Como con los bom!
–¡Pero yo no puedo...!
–¡No tenemos otra opción!

Antes de tener tiempo de reaccionar, Moltres rugió, se elevó unos metros y comenzó a agitar las alas para generar una nueva onda ígnea que me tiró al suelo como si fuera un fardo. Sentí un inmenso ardor en el cuerpo y un fuerte escozor en la piel y en los ojos. Una corriente de aire rojo lo rodeaba todo y me impedía ver con claridad. ¿Kei y Leta también habrían caído al suelo como consecuencia del ataque, o habrían conseguido esquivarlo? No tenía manera de saberlo, mis ojos solo veían rojo alrededor.
El ataque no cesaba. Me arrastré como pude detrás de una roca para usarla a modo de barrera y valorar la situación. Era imposible que los profesores nos estuvieran haciendo pasar por aquello de forma voluntaria. No sabía si querían poner a prueba nuestra fuerza o si esperaban que demostrásemos la inteligencia de retirarnos a tiempo en lugar de buscar pelea con un enemigo demasiado fuerte. Pero que sobrepasara nuestro nivel de fuerza y que nos tapara la salida significa que no podíamos hacer ni lo uno ni lo otro. No entendía nada de lo que estaba pasando. Lo único que pensé que iba a morir. Sentí una angustia en el pecho que me impedía respirar y se me llenaron los ojos de lágrimas.

–¡No, Div! –me dije–. Eres un Seed, ¡tienes que ser fuerte! Tiene que haber algo que puedas hacer.
Úsalo si estás en apuros –recordé de pronto.

Metí la mano en el bolsillo y encontré el objeto que me había dado Ryuzaki. Era un anillo. No sabía de qué iba a servirme, pero me lo puse y el aire a mi alrededor cambió. Ya no veía rojo ni notaba calor, solo una fuerte corriente de aire. Alcé la vista y vi que Moltres seguía agitando las alas, ajeno a mi recuperación.
Recorrí toda la plataforma con la mirada y vi a Leta y Kei tendidos en el suelo. No se movían.
No sabía si solo estaban inconscientes o algo peor, pero me desesperé al ver a mis amigos en peligro. Sentí una furia como no había sentido antes en mi vida. Miré a Moltres con odio, con rabia. Quería acabar con él. Iba a destruirlo igual que él había intentado destruirnos a nosotros.
Concentré en Estrella Fulgurante toda la rabia que sentía y el miedo que me atenazaba. Noté un calambre en las manos: saltaban chispas de mi cuerpo.

–Es todo o nada –dije–. ¡HIELO++!

Moltres no vio los cristales de hielo que estaban apareciendo por todo su cuerpo hasta que lo cubrieron casi por completo, como había hecho antes con la espada de Kei. Cuando se dio cuenta, ya era tarde. El peso del hielo le hizo perder el equilibrio y cayó al suelo de un golpe. Desde su nueva posición, intentó escupir llamas sobre su propio cuerpo en un intento inútil de derretir el hielo que le apresaba. Me acerqué a él y apunté sobre su cabeza.

–¡HIELO++! –repetí.

Moltres giró la cabeza al escucharme, pero un enorme bloque de hielo cayó sobre su cabeza y le impidió realizar acción alguna.

–¡No he terminado! ¡Electro+!

El hielo sobre el cuerpo de Moltres se estaba derritiendo por el calor que desprendía, así que la sacudida eléctrica tuvo que ser desgarradora. Chilló de dolor y sufrió varios espasmos antes de que sus movimientos comenzaran a perder intensidad.

Generé un último bloque de hielo, que cayó sobre la cabeza del monstruo cuando ya estaba comenzando a desvanecerse.
Se me cayeron los brazos a los lados del cuerpo y jadeé durante un rato, incapaz de hacer nada más. Había derrotado al espíritu legendario.
Ahora que el peligro había pasado y que la adrenalina empezaba a bajar, me vinieron mil preguntas a la cabeza. ¿Quién había invocado a Moltres? ¿Formaba parte de la prueba? ¿Cómo había sido capaz de derrotarle yo solo? ¿De verdad había lanzado una magia de nivel 3? ¿Y Leta y Kei estaban bien...?

–¡Leta...! ¡Kei...!

Vi sus cuerpos tirados en el suelo y recé por que solo estuvieran inconscientes. Me apoyé en Estrella Fulgurante para no caer al suelo, pero estaba agotado. El esfuerzo me había dejado al límite de mis fuerzas. Me dolía todo el cuerpo, me temblaban las piernas y no podía ver bien.
Deseé acercarme a ellos y comprobar si corrían peligro, pero no fui capaz. Me caí de rodillas al suelo. Cubrí con la mano el anillo que me había dado Ryuzaki... y todo se volvió oscuro.

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